martes, 14 de abril de 2009

ADRIANA CALCANHOTO (Señorita Pop)



ADRIANA CALCANHOTO (Señorita Pop)


Si dividimos a los seres humanos, y a los artistas en particular, entre salvajes y cautos, o, si se prefiere, en hot versus cool, bestiales versus sónicos, o simplemente en calientes versus fríos, la cantautora gaúcha Adriana Calcanhoto (Porto Alegre, 1965) transita por la segunda vereda. No podía ser de otra manera viniendo de familia de artistas, lo que significa desayunar escuchando jazz, almorzar con Mozart, y dormirse con la música de alguno del centenar de afamados músicos brasileiros de fusión experimental. Si a esta base le agregamos el guiño de la poesía, con su secuela de sofisticaciones, búsquedas y –al menos aparentes- rupturas, a nadie sorprenderá que antes de cumplir los veinte años la delicada muchacha ya anduviese con su guitarra a cuestas por los bares de la capital del estado balbuceando sus primeras composiciones bajo el cielo estrellado de Rio Grande do Sul.

Su voz a veces nos recuerda la de la también portoalegrense Elis Regina, pero sus intereses son diametralmente opuestos, siendo característica esencial en la obra de Adriana Calcanhoto su anti grandilocuencia, manteniendo -al menos hasta ahora- su tono de trovadora, su apuesta por el susurro.
A fines de los años ochenta las luces de las grandes metrópolis la raptaron, y entre Sao Paulo y Rio de Janeiro optó por esta última, quizás para recorrer las mismas calles en que nació, creció y brilló el poeta Cazuza. ¿Lo conoció personalmente? No lo sé, pero algunos años después por las ondas radiofónicas del país-continente volaba la canción Mais Feliz, fruto de la pluma del gran carioca, en la voz de nuestra heroína.
En el borde mismo de los ochenta (l989), alcanzó a grabar su primer single Devolva-me, y al año siguiente su primer álbum, Enguiso (“Mal de Ojo”, o “Complicación”). Establecida en Rio de Janeiro difícilmente saldrá incólume de esa permanencia en tamaña ciudad, urbe intensa en grado extremo. Sin embargo no creo ser el único en desear que esa absorción no lo sea tanto, que no se diluya en un cosmopolitismo amorfo perdiendo las sutilezas en las que basa su propuesta.
¿Y cuáles son esas sutilezas? En resumidas cuentas, las que permiten imbricar lo sensual y lo intelectual, porque en Adriana Calcanhoto se siente la biblioteca, la voz seductora como de primera cita despliega su rico repertorio de alusiones eruditas en las que los poetas son invocados en permanente sucesión, desde el portugués Mario de Sà Carneiro al paulista Oswald de Andrade, o desde Gertrude Stein al bahiano Waly Salomao, este último figura clave dentro de la escena del Arte Pop en el Brasil. Pero para no quedar confinada al circuito académico o de lecturas poéticas, la muchacha sabe retrucar con versiones de Manu Chao e incorporarse al contingente de colaboradores musicales en la industria de las telenovelas. Se puede decir sin caer en esquematismos que esta señorita capitalina se encuentra -dentro del cuadrilátero de la riquísima música pop brasileira desde la década pasada hasta acá- en el rincón opuesto al de la desfachatada y ultrarockera Cassia Eller. Ante el grito destemplado de la primera, Adriana opone el tono de ruego; ante lo áspero, Adriana opone la suavidad; ante unas tetas al viento enarboladas durante un recital, Adriana opone la lectura de un poema conceptual.

En 1992 publica Senhas, y en 1994 A Fábrica do Poema, este último desbordante de alusiones cultas, lo que lo vuelve quizás inaccesible para quienes alimentan su orejas sólo con lo que ofrecen las radios, pero delicioso para quienes optan por indagar más allá del dial. A partir de ese momento su periplo se amplía, presentándose en Argentina, U.S.A., y por supuesto Portugal. En 1998 publica Maritmo. Versátil, Adriana encuentra inspiración no solamente en el abismo de los libros y en la extensión de estos que son las películas; como buena trovadora, alimenta su producción con sus propios avatares; de ahí que a pesar de su natural evolución artística nunca pierde el aire de estudiante gaúcha invadida de cierta melancolía en su “destierro” carioca.
En sus letras (a veces, simples enumeraciones) la frase ingeniosa de chica aplicada calza a la perfección con una postura huidiza, y aunque –mujer al fin y al cabo- el esquema amor/desamor inunda sus textos, sabe esquivar el lugar común intercalando metáforas y naturalismo sobre texturas sonoras aterciopeladas y nocturnas, esgrimiendo un romanticismo nada arrebatador, más bien lúdico y minimalista, en donde los silencios juegan un rol decisivo, y la inevitable solemnidad del declamar es quebrada con algún verso pleno de sentido común.
En este nuevo milenio cuya primera década ya agoniza, lleva publicados los álbumes Cantada (2002), Perfil (2003), Adriana Partimpim (2004) con canciones para niños (vaya demostración de amplitud), y Maré (2008). Además del excelente en vivo Público (2000). Con su tono intimista de sutiles ecos lusitanos ha conseguido establecer su espacio paso a paso, o, podríamos decir, estrofa a estrofa. ¿Cruzará un día el difuso umbral que separa los mercados discográficos lusoparlante y castelhano?. Esperemos a que sí.



Marcelo Olivares Keyer
blusban@yahoo.com